Si existe un lugar icónico del Centro de Medellín, más concretamente en el pasaje Junín, con casi un siglo de existencia, es El Astor. ¿Quién no se ha deleitado en algún momento con las delicias que allí puede encontrar? O no ha disfrutado de un agradable momento en familia, con amigos o como punto de encuentro perfecto para una tertulia. Dialogamos con el Gerente, Carlos Silva, quien nos contó detalladamente generalidades de la empresa, la experiencia que les dejó la pandemia y las proyecciones a futuro.
Carlos, El Astor cumplió recientemente 92 años de operaciones, ¿cuáles son las sensaciones que le invaden por llegar a una cifra tan representativa?
“Es una combinación de sentimientos, de mucha alegría, saber que seguramente ese emprendimiento del primer dueño y fundador, de don Enrique (Baer, de nacionalidad suiza), llegar a lo que es hoy El Astor, el cariño que le tienen a la marca, pero eso también implica mucha mayor responsabilidad para nosotros como líderes de la organización, tener todos los días la responsabilidad social con esas personas que trabajan en la compañía, con los clientes, con los proveedores, es la suma del esfuerzo de todas estas personas. La empresa no es solamente los 165 colaboradores que estamos, también lo son los proveedores, las familias de los colaboradores, nuestros clientes, que son la razón de ser. Es un orgullo, una emoción muy bonita, ya son 92 años en el mercado siendo referente gastronómico y turístico de la ciudad, dejando en alto el nombre de Medellín, de Antioquia y Colombia. Eso también nos genera un reto muy alto, que es sostener todo lo que hemos logrado, que la empresa siga siendo fuente de empleo y perdure el cariño de los clientes. Nos convertimos en patrimonio de la ciudad, por así decirlo, y la idea no es quedarnos en un bonito recuerdo sino seguir creciendo y ayudando a construir país”.
En ese sentido, ¿qué ha representado la pandemia para El Astor?
“Han sido momentos muy difíciles, cerramos nuestras puertas el 18 de marzo de 2020, el Astor únicamente había cerrado una vez, cuando falleció el padre de la dueña actual, y saber y tomar conciencia que era total incertidumbre, en comienzo pensábamos que sería solamente 15 días. Nos tocó repensar el negocio, montar la web rápidamente, nuestra página en ese momento era más informativa y debimos convertirla en transaccional, fue un curso acelerado de todo, no nos quedamos con un pensamiento de ‘no podremos’, si bien ya manejábamos unos domicilios no estábamos preparados logísticamente para un cambio tan abrupto, tuvimos que realizar cambios locativos, poner gente detrás de un computador, enseñarles a manejar un Whatsapp corporativo parra poder atender clientes, agilizar muchos temas que ya veníamos incorporando perro que nos tocó acelerar todo a partir de la irrupción de la pandemia”.
¿Y qué fue lo más duro en esta época?
“Esos primeros días de cierre fueron muy complicados, ver los salones de té completamente cerrados fue desolador, un lugar tan representativo para compartir en familia o con amigos. Luego, cuando comenzaron a levantarse gradualmente las restricciones, ver los salones con muy pocas personas, siguiendo todos los protocolos de bioseguridad, cuando Junín es un lugar ideal para la tertulia, pero lo más bonito y positivo ha sido dos años después notar que nuestros clientes, de manera incondicional, nos ayudaron en ese momento tan difícil, para ellos sentimos una inmensa gratitud por cómo nos arroparon, cómo la gente se volcó hacia los puntos de venta, que en ese momento reflexionaban y decían que El Astor no podía llegar hasta una situación tan angustiante y eso para nosotros representó una gran dosis de motivación. Fueron momentos muy complicados para todos, no lo podemos desconocer, pero como marca salió más fortalecida y de ahí surgieron otros modelos de negocio que en estos momentos nos tienen a flote nuevamente”.
¿Y qué reflexión le deja a usted toda esta situación?
“La sensibilidad, el no dar las cosas por sentadas ya que todo puede pasar. Creo que nadie se hubiera imaginado que en esta época actual viviríamos una situación mundial de tal magnitud, la veíamos lejana. Me quedo con el nivel de resiliencia, de volvernos más humanos, en nuestra empresa destaco que nos reuníamos todos los días, extensas jornadas virtuales y celebrábamos cualquier venta, como que empezamos a valorar todo mucho más, esas cosas bonitas del día a día que a lo mejor antes veíamos más normal, pero después de la pandemia agradecemos mucho más todo. Esa es de las lecciones más importantes, valorar lo que tenemos, seguir luchando con más ganas y volvernos muy recursivos”.
Carlos, ¿hacia dónde más puede crecer una empresa que tiene casi un siglo de existencia?
“Ese es uno de los retos más importantes que tenemos por delante, podernos mantener en el mercado, somos una empresa mediana y retos hay muchos… está el tema de los productos saludables que para nuestro gremio no es tan fácil realizar esos cambios, pero seguramente nos tocará migrar hacia esas nuevas formas de alimentación, que ya es una realidad. En el tema de los chocolates es donde más sentimos fuerte a la empresa, venimos trabajando durante más de 15 años en culturizar, por así decirlo, a nuestro cliente para que aprenda a comerse un buen chocolate, es una de las banderas de la empresa, las diferenciaciones, seguir innovando en esa parte de la chocolatería, hay mucho por hacer, con nuevos productos. Otra gran responsabilidad que tenemos es seguir teniendo esa calidad que nos ha caracterizado a lo largo de estos 92 años, tanto en nuestro personal como en las materias primas y el servicio. Dentro de ocho años cumpliremos un siglo de vida y seguramente en ese momento veremos a El Astor muy fortalecido, acomodado a los nuevos mercados, seguramente con productos más funcionales, pero manteniendo en todo momento la calidad, el amor y la pasión por lo que hacemos”.
Y los moritos, los sapitos y demás delicias propias nunca pasarán de moda…
“Para nada. Siempre he considerado que en realidad El Astor no vende un producto sino emociones, saber que una persona que ha pasado en su edad cronológica y se sienta al frente de un morito, un sapito, y le genera alegría, recuerdos, eso nunca va a cambiar, por más que todo avance. El amor y la sensación que genera disfrutar de un producto nuestro trae consigo muchas sensaciones, sentarse y compartir con seres queridos de estos productos tan icónicos”.
Y el concepto del salón de té también perdura…
“Totalmente, es muy particular y especial cuando ves que se está reuniendo en la misma mesa el señor de edad con sus hijos y nietos y le empieza a transmitir esa emoción y recuerdo de cuando los llevaban en su infancia y juventud a El Astor, historias muy bonitas que se enmarcan en Junín. Si bien ya tenemos presencia en centros comerciales, en formatos pequeños, sin embargo, siempre acuden y están en torno a un café, un morito, jugo de mandarina, besos, galletas, chocolates, una copa de helado… eso se vuelve muy especial, cuando vemos a tres o cuatro generaciones compartiendo en la mesa, tertuliando. Y para nosotros es muy importante seguir haciendo del salón de té un espacio donde se toman decisiones y también donde se comparte, es un motivo de orgullo poder ser partícipes en esos momentos tan importantes de familia y de sociedad”.
¿Desde hace cuánto se encuentran afiliados a Fenalco Antioquia y cómo califica la experiencia?
“Vamos a cumplir ya 70 años y sentimos que es un Gremio que une, que nos representa y ahora, más que nunca, debemos estar unidos. Siempre nos hemos sentido muy bien representados, durante la pandemia fue un apoyo muy importante y lo sigue siendo.
Fenalco cumple una labor trascendental para las empresas y empresarios, ya que puede recoger las consideraciones que tenemos, esos dolores que nos dan y poderlos expresarlos de manera contundente en ese afán de seguir construyendo país”.
En 92 años de existencia, El Astor debe tener un sinfín de historias y anécdotas, ¿quisiera evocar algunas hoy?
“Son muchísimas historias, sí. Este año nos pasó que tuvimos la visita del Embajador de Suiza, él se mostró sorprendido, primero, por la alta producción, y segundo, porque no pensaba que a lo mejor existiera una empresa con orígenes suizos y que a hoy todavía la familia es la dueña. Fue muy bonito ver su reacción y su calidad humana, entender que e Medellín hay un pedacito de Suiza, fue muy importante esa visita para nosotros. Hace alrededor de 10 años vino el hijo del primer dueño, fue bastante emotivo, os compartió algunas imágenes suyas en nuestra ciudad estando él muy niño, en las montañas, no existía el auge de construcción que hay ahora, fue muy bonito. Nos escriben constantemente personas desde muchos países rememorando esos momentos que vivieron en El Astor, ahora es más común en las redes sociales, recientemente nos enviaron fotos desde Dubai con el morito y el sapito, hasta por allá llegan nuestros productos. En una reunión que tuve en la Nacional de Chocolates, la persona que dirigía ese evento me comentó que por El Astor mis padres se unieron, por así decirlo, mi papá le pidió matrimonio a mi mamá allá en Junín… son muchísimas historias, todas muy bonitas, las agradecemos muchos y eso nos motiva también para seguir trabajando duro por esta empresa, por nuestro país”.
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